miércoles, 22 de octubre de 2014

Perdida (Gone girl, David Ficher, 2014)




David Fincher es como el buen vino, según pasa el tiempo mejora, y Gone girl es una nueva muestra de que se está convirtiendo en uno de los mejores narradores del cine americano, donde la precisión milimétrica a nivel formal esconde capas y capas de subtexto, donde el género se convierte en una excusa para seguir desmenuzando al ser humano.

Sería interesante tomarse unas cervezas con él e intentar averiguar qué pasó en su vida, o lo que pasó por su cabeza entre 2001, cuando finalizó el rodaje de La habitación del pánico (Panic room, 2002) y 2004-05, cuando inició la pre-producción de Zodiac. Intento leer todas las entrevistas a las que se presta y nunca he visto que se le preguntara el por qué, los motivos de ese cambio tan brutal que dio su obra desde Zodiac, de esa reinvención como cineasta, de gran poderío visual, que le gustaba juguetear con la cámara, al cineasta contenido, pero que se sabe dominador de la narración y de todas sus técnicas, y que en vez de matar moscas a cañonazos (ojo, que también mola) ahora las mata con una fría y tenue luz azul (y de la que no puedes escapar).

Como digo, Perdida es otra muestra más en la evolución de Fincher como narrador, llevándolo hasta el extremo, utilizando las reglas del thriller para diseccionar una institución tan sagrada en el mundo occidental como el matrimonio, pero a la vez jugar con las imágenes y deseos que proyectamos sobre nuestra pareja y sobre nosotros mismos, bien por agradar o bien casi como obligación a consecuencia de lo que nos ocurre en nuestra vida desde la infancia. A todo esto, le añade el factor que juegan los medios de comunicación de masas como medios de guía y (en última instancia) adoctrinamiento de la sociedad, que forja su opinión (y por tanto, su veredicto) en base a lo que nos presentan, sin analizar si esos "hechos" o "datos" son reales o están manipulados; y como último apunte, la fascinación de la sociedad por lo morboso y el deseo de "los 15 minutos" de popularidad gracias a esos medios de comunicación de masas o las redes sociales.

Si la vemos como un "simple" thriller de misterio, Fincher demuestra su maestría como narrador, dosificando la información para que la historia avance, haciendo que la audiencia se vaya decantando hacia uno u otro lado en base a lo que vemos que ocurre en pantalla. Al principio de la película, cuando no es más que un thriller de misterio, los espectadores vamos a la par que el protagonista, Nick Dunne (Ben Affleck, maravilloso acierto de casting... Luego me explayo al respecto) al inicio de la desaparición de Amy (¡¡¡ Oscar para Rosamund Pike ya !!!!), pero según avanza la película y vamos siendo testigos de todo lo que Fincher quiere contarnos (en forma y fondo), aumenta un par de marchas la velocidad y ya no te suelta hasta el final. 

La cinta es un tour de force acerca las miserias humanas, algo común en la obra del director, aunque en este caso Fincher se ceba en algo tan cotidiano como el matrimonio y todo lo que se monta en estos días con casos como el de la película (o en la vida real, como lo que ocurrió con una chica en la pasada Feria de Málaga, cuando denunció una falsa violación en grupo... pero durante 3 días, los medios de comunicación lo trataron como si efectivamente fuera así, sin esperar a que la policía y la justicia actuaran), con una descripción de personajes brutal. 
Los protagonistas son Nick Dunne y Amy Elliot Dunne, una joven pareja de escritores que vive en Nueva York, y que a raíz de quedarse ambos en paro y por la enfermedad de la madre de Nick, ambos se mudan al pueblo de este, en el Medio Oeste, que es la antítesis de la gran ciudad y que está machacado por la crisis económica. Lo que en un principio era una relación idílica, perfecta, se va transformando lentamente en un infierno del que ambos no quieren/pueden escapar: Nick no pone término porque depende económicamente de Amy, y ésta no quiere ser la que ponga fin a la relación por orgullo y miedo a la sensación de fracaso, algo a lo que no está acostumbrada.
A raíz de la desaparición de Amy, empezamos a descubrir cómo es realmente Nick, interpretado muy eficazmente por Ben Affeck,  de quien Fincher saca petróleo, ya que no sólo se ha aprovechado de su vida real (todo ese pasado tortuoso con los medios de comunicación, su relación con Jennifer López, etc...) sino su más que conocida "inexpresividad", que aquí convierte en timidez o miseria moral según las circunstancias. Nick es un capullo, superado por los acontecimientos ya que el sentimiento de fracaso la atenaza. Nick intenta ser lo que no es para conquistar a Amy, pero en cuanto empieza a pasar el tiempo y la vida empieza a dar bofetones en forma de despido y muerte de la madre, Nick (que además está en su ambiente natural) empieza a dejarse llevar más y más, dejando morir la relación con Amy. Nick ha sido criado junto a su hermana por su madre ya que la relación con su padre en inexistente. En cierta forma, Nick se ve superado por las mujeres, y sólo se ve cómodo con su amante, una chica de veintipocos años
Amy, maravillosamente interpretada por Rosamund Pike, es también la viva imagen del éxito: hija de padres famosos y ricos gracias a una serie de libros súper-ventas basados en ella misma, pero Amy realmente es presa de esa imagen, y la necesidad de mantener el tipo la quema por dentro. Realmente ella no quiere estar atada a todos los convencionalismos a los que se debe (look, relaciones) pero "se ve obligada" por la fama que la precede. La interpretación de Pike, como digo, es espectacular, con un tono frío constante, perfectamente acorde a lo que el personaje va requiriendo.

Según avanza la película, y a la vez que vamos viendo cómo es relamente el personaje de Nick, descubrimos el plan de Amy, pura vendetta por la infidelidad de su marido, pero ese plan es tan retorcido y maquiavélico, jugando con la aproximación de los medios de comunicación al tema según como ella lo quisiera presentar, que incluso por momentos, el espectador puede querer estar al lado de Nick... Pero no hay que olvidar lo pusilámine y capullo que es Nick. Ambos son unos cobardes, peor motivos diferentes, pero les llevan al mismo problema.

Fincher sigue en plena forma, rodando como Dios, con una planificación y puesta en escena perfectas, y un montaje afilado. La cumbre de la cinta es la secuencia del asesinato de Desi, donde la dirección y planificación de Fincher, la actuación, el montaje y la banda sonora alcanzan el cúlmen. Mejor no se puede hacer. Una de las secuencias del año, sino LA SECUENCIA. 

Como siempre cuando hablamos de Fincher, el apartado técnico es impecable, con una fotografía a cargo de Jeff Cronwelth que presenta imágenes poderosas, algunas por bellas (la lluvia de azúcar) y otras por terroríficas (la secuencia del asesinato de Desi) y una banda sonora a cargo de Ross y Reznor atmosférica y que casa perfectamente con las imágenes.

Al igual que ocurrió con La isla mínima, perfecto ejemplo de comunión entre espectáculo/entretenimiento y arte/subtexto. Las mejores películas del año.

Excepcional película.









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