domingo, 31 de enero de 2016

Los Odiosos Ocho (The Hateful Eight, Quentin Tarantino, 2015)



Quentin Tarantino irrumpió en el mundo del cine hace 23 años, con Reservoir Dogs, un thriller seco, sin concesiones, pero que ponía de manifiesto a un cineasta que ha demostrado tener un estilo propio, donde destacaban el uso de la banda sonora, los diálogos y la violencia, y partiendo de la mezcolanza de referencias a géneros como los seriales y cómics pulp, la blaixplotaiton, el cine grindhouse o el cine de artes marciales como forma de estilo (aunque siempre dando un toque personal, nunca plagiando por plagiar... De ahí el mimo a todos y cada uno de sus personajes) y que ha ido evolucionando hacia algo completamente distinto, pero igual de vivo.

A partir de Inglourious Basterds (Malditos Bastardos, 2009), Tarantino ha ido tomando el camino del revisionismo histórico para ir apuntalando todas sus obsesiones, sobre todo las referentes a las integraciones sociales, y cómo han ido articulando lo que es hoy en día los Estados Unidos, y si bien Django Unchained (Django Desencadenado, 2012) fue un pasito hacia adelante, donde primaba a veces la diversión, con esta The Hatefutl Eight Tarantino ha creado una obra cumbre del cine americano, por intenciones, forma y fondo. ¿Su obra cumbre? En una carrera con obras míticas, como Pulp Fiction (1994), eso es algo subjetivo, aunque para mí sí que lo es.

Y llegamos a 2015 y Tarantino estrena The Hateful Eight, en medio de una gran expectación, pero lamentablemente, la cinta no ha calado hondo en un amplio sector de la crítica y del público, algo que da cierta pena puesto que para un servidor, estamos ante la mejor película americana del 2015.

La gestación de la cinta ya fue problemática, puesto que hubo una reescritua del guión y un anuncio de la cancelación de la preproducción puesto que se filtró el guión original en internet, pero tras unos meses y una reescritura, Tarantino anunció que sería su siguiente cinta, además rodada en 70mm, y que su intención era estrenarla en ese formato.

Tras muchos meses, y ciertos problemas de distribución de la cinta, puesto que la distribuidora americana no encontraba suficientes cienes que la proyectaran como Tarantino lo deseaba antes de su estreno masivo, que era en una versión (Roadshow, con Apertura, Intermedio y algunos minutos más de metraje) puesto que las copias en 70mm son muy caras y difíciles de proyectar, además de que los equipos de proyección son muy antiguos, y luego cierta polémica puesto que Disney forzó a varios cines a proyectar Star Wars. The Force Awakens (Star wars. El Despertar de la Fuerza, J. J. Abrams, 2015) durante, al menos, 4 semanas ininterrumpidas, dejando a The Hateful Eight sin varios cines.

Como bien digo, la semana de Navidad se estrenó la cinta en USA y Canadá y la reacción ha sido tibia, tildándola de innecesariamente larga, aburrida e incluso de un ejercicio de estilo vacío, algo en lo que estoy en completo desacuerdo a nada que analicemos la cinta. Como he comentado más arriba, esta cina supone el cenit de Tarantino como cineasta, es un compendio de todas sus virtudes y la máxima expresión de hacia dónde ha ido su carrera desde 2009 e Inglourious Basterds, cuando quizás se dio cuenta que su forma de afrontar las películas hasta ese momento estaba agotada y no daba más de sí, cuando revisionar géneros y hacerlos suyos se le quedaba pequeño.

The Hateful Eight nos cuenta la historia de cómo ocho personajes se quedan atrapados en una posta por culpa de una tormenta de nieve, y de cómo, poco a poco, las dudas acerca de la verdadera personalidad e intenciones de cada personaje hace que la tensión dentro de la cabaña vaya en un aumento progresivo hasta que estalla con toda su crudeza.

Un argumento sencillo, pero que sin embargo esconde la obra más compleja de Tarantino, que mezcla géneros desde el Euro Western, pasando por el whodunit a lo Agatha Christie, y que homenajea varias películas, como La Cosa (The Thing, John Carpenter, 1982), pero sobre todo es un estudio de las relaciones sociales y raciales que han convertido a Estados Unidos en lo que es hoy. Todo se cimienta en la mentira, pero en una mentira que es tomada por verdad absoluta, en el miedo de los negros hacia los blancos para justificar la violencia, en el un "buenrollismo" mal entendido por parte de los blancos para tolerar a la gente de raza negra.

Al respecto, hay que comentar el papel que juega la carta de Lincoln en la película, y que es el verdadero centro de toda esta tesis. La carta es falsa, pero hasta que no descubrimos (muy veladamente, pero lo sabemos al fin y al cabo) que es falsa, se toma como un dogma de fe que impone respeto a los personajes de raza blanca, y sirve de protección al personaje de raza negra. Cuando ya sabemos que la carta es falsa, y toda la trama se ha desarrollado, vemos que es el nexo de unión entre los dos bandos, teóricamente, irreconciliables, que aún sabiendo que no es verdadera, lo toman como si lo fuera, como un clavo ardiendo sobre el cual cimentar la sociedad estadounidense  contra un enemigo común, en este caso representado Daisy Lamerge, que es la representación del Mal, así, en plan puro. Aunque sea por la pura necesidad de la superviviencia.

Además, la cinta de Tarantino, ya hablando a nivel formal, juega con el formato ultrapanorámico que le ofrecen los 70mm, y nos regala algunas tomas de exteriores realmente preciosas y juega con ese formato dentro de la cabaña, un espacio cerrado, reducido y único, donde se demuestra la valía de Tarantino para la puesta en escena, colocando a los personajes en todo lo ancho que le permite el formato, y jugando con la imagen, como la secuencia en la que Daisy sigue a dos personajes y la cámara va enfocando a unos y a otros en función de las necesidades de la narración (y aquí, Robert Richardson, como Director de Fotografía, merece un aplauso).

Tarantino nos ha regalado una OBRA MAESTRA que requiere de varios visionados para apreciarla en toda su magnitud.

Totalmente IMPRESCINDIBLE.


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